irresistible tacto de tu piel, incitaba mis débiles deseos de tenerte.
Es cierto que en más de una ocasión aproveché para tocarte el culo.
Discúlpame, no pude evitarlo.
Después decidiste dejar de bailar. Conmigo claro, ya que los ojos del resto
danzaban por los gestos de tu cuerpo.
Sonaron las doce.
El carrusel que te trajo, hace ya tiempo que se convirtió en calabaza,
siendo tu zapato de cristal, el último fantasma de la noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario